EL
ABUSO SEXUAL Y LA VIOLENCIA
CAP
I
Hay temas que a los coaches nos toca ver
mas recurrentemente y que necesitamos prepararnos para tenerlas, sostenerlas y
aportar, tanto para nosotros mismos como coaches, como para acompañar a
nuestros coachees. Unos de esos temas son la violencia y el abuso infantil.
Hasta el momento han sido temáticas abordadas por el área de la salud, la
psicología y psiquiatría. Hoy nos toca a
los coaches acompañar en este dominio, y creo que tenemos mucho que aportar
desde el espacio conversacional, emocional, como experiencial, para lograr una
sanación.
Este tema no llega directamente como
espacio a trabajar en la mayoría de los casos. Aparecen a menudo en la
indagación de otros temas, algunos asociados a la victimización. Otros a la
tristeza profunda, a la rabia
incontrolable, al miedo hecho cuerpo y/o
también como victimarios/as. En ocasiones se manifiesta con una complacencia
y/o la ausencia de limites, en otros dominios de su vida. En otros con
distanciamiento con el género de quienes han sido los victimarios/as . En lo
femenino, lo mas a la mano es el servilismo y en lo masculino a través de la
rabia y la violencia. También en quedarse en su ser niño/a, y no aventurándose
a la adultez, como lo mas recurrente.
Qué
podemos hacer los coaches cuando aparece?
Primero
atrevernos a preguntar, cuando sospechamos que ha habido abuso en algún momento
de su vida. Solo el hecho de reconocerlo, de nombrarlo, es un primer paso de
avance.
En segundo lugar, tener el cuerpo para acompañar a nuestro
coachee en este espacio, que no sabemos a priori adonde vamos a llegar.
Lo que si necesitamos claridad es que
estar dispuesto a acompañarlo/la, y aceptarlo/la como todo lo que el/ella trae.
Requiere de nuestra compasión y capacidad de sostener la situación, y al
coachee por un rato.
Relataré una experiencia de coaching para
ir mirando el fenómeno.
Mujer adulta, alta, robusta, muy latina de razgos, Me tocaba verla a menudo en unas oficinas que
arrendaba. Cada vez que me la cruzaba,
su tristeza no la hacía pasar desapercibida a mis ojos.
Llego a conversar conmigo, derivada por
una persona conocida en común.
En aquella ocasión, ocurrió un día muy
frio, mas frío que lo acostumbrado para la estación, motivo por el cual, tuve
que calefaccionar el lugar desde la mañana, asi como usar mas luz que lo
habitual.
El contraste de temperaturas, el afuera y
el adentro, la iluminación artificial cálida generaron un efecto uterino, que
llamaba a quedarse y dejarse cuidar.
Desde el comienzo de la sesión, tuve la
intuición que algo iba a pasar, no sabía que! Intuía un nacimiento, algo que se
iluminaría.
Comenzamos conociéndonos, riéndonos a
ratos, y esa luz de tristeza en esos ojos negros estaba presentes, inamovible.
Al rato, le pregunto:
-
Que la trae por aquí?
Ella acusa
recibo de nuestros múltiples encuentros casuales en los pasillos, y me dice que
algo le decía y anticipaba este encuentro.
Trae un tema laboral.
Comenzamos a explorarlo.
Rondaba en torno
a la relación con su jefe y cómo el no entendía que ella estaba dispuesta a dar
todo su conocimiento, pero que también necesitaba recibir. Cuando pedía ayuda,
no se la daba.
Por ahí entramos!... exploramos sus
jefaturas, la relación con ellos y ellas, que no eran las mismas. Tocamos el
dar y recibir, que estaba muy desequilibrado… Y llegamos a hablar de la
autoridad y el Poder. Y no era cualquier
poder y autoridad, era la masculina.
Comenta: -
“Esta semana me he tenido que quedar hasta las 11 de la noche trabajando, me he
sentido violentada”.
Algo se prendió en mi, y en ella
seguramente, pues hicimos una conexión con esa última palabra… y le propuse
quedarnos en esto último que estaba reportando.
-
Dejemos por un rato el
trabajo, y tomemos esta sensación que estás trayendo, de “sentirte violentada”
¿Te parece?
Ella accede con una expresión que en ese momento no
pude decifrar.
-
¿Cuándo te has sentido
violentada en tu vida?
No pudo sostener la pregunta mirándome.
Bajo la mirada, se encogió, como una niña protegiéndose de la lluvia, y explotó
en lágrimas.
La dejé un ratito ahí, le alcance un
papel y limpió sus ojos enegrecidos por el maquillaje. y le propongo que le
ponga palabras a sus lágrimas.
Me dice que es algo que ya no puede
aguantar mas!. Que está saliendo todos los días, y que es como un vaso que se
rebalsa y que necesita vaciarlo.
- Y no se como hacerlo!. No tengo palabras.
No he hablado nunca de eso.
Le propongo que le pongamos nombre a
“eso”, lo “innombrable”
-…. No le salió de su boca.
-
Se llama abuso?
-
Si, me dice… y aun no lo
podía decir.
Y estaba bien!
-
Abuso de pequeña?
-
…Asintió.
No entramos más allá en la situación del
abuso. Eso ya era suficiente.
Era un paso enorme, el poder comenzar a
hablar de él y poder reconocer que le había pasado.
-
Y le pregunto… ¿Qué te pasa
al contar y sacarlo afuera?
-
Un tremendo alivio, y también
me da mucha vergüenza!
-
Vergüenza por qué?
-
Por que siempre me he sentido
oscura, sucia, y también frente a ti…de qué vas a pensar de mi!
Me conecté con una tremenda ternura de
ver esa mujer grande conectándose con su
vulnerabilidad.
Desde mi experiencia, he visto tanto a
mujeres y hombres abusados de niños/as, que sienten que no solo les hicieron
algo a ellos, sino que también verse con alguna responsabilidad, dado que a veces lo
anhelaban, accedían, o tenían placer. Y aparece la vergüenza y la culpa. No
solo sienten que transgreden estándares sociales, sino que también estándares
propios. Lo que no están viendo es el
abuso de poder de un adulto frente a un niño, que no tiene poder de discernir
ni optar. Y si le agregamos, que en la mayoría de los casos es alguien muy
cercano, a quienes ellos/as quieren y confían, el tema se hace mas complejo
aún.
La abracé como una madre abraza a su
hija, y le di la bienvenida a esta nueva etapa. Y también a lo que viene. Lo
único que le prometí es que yo estaba dispuesta a acompañarla en este camino.
Esta etapa nueva que es como cuando
estamos embarazados. Este parir fue después de 43 años. Muy largo!, por lo
tanto no hay mucho repertorio, ni manual para caminar después de tanta
recriminación.
Terminamos esa sesión con mucha conexión,
compenetración.
Segunda
sesión
Venía vestida de negro como a menudo la
veía, pero traía atado a su cuello un pañuelo de seda multicolor, que seguramente
lo tenia guardado de algún regalo de cumpleaños, que nunca iba a ser abierto.
Algo nuevo se estaba gestando.
Recién estábamos comenzando. Es como una
piel que se comienza a cambiar.
- Cómo estas? Fue mi primera pregunta. Fue como sacarle el freno de mano, para
que se explayara.
- ¿Y como te
has sentido?
Era un coctail
de emociones. La tristeza fue la primera que salió. Y había estada presente
durante toda la semana. Comenzó a salir
la rabia. Aparecieron conversaciones no
tenidas, pedidos de ayuda no realizados a su madre. La vergüenza y la culpa
estuvieron haciendo su propia alquimia.
Le
dimos la bienvenida a todas ellas.
- Serán tus
compañeras por un rato, así es que mejor conocerlas que desconocerlas… no te
parece?
La pregunta recurrente fue…
¿Y ahora que
voy a hacer con todo esto?
Le aparecía su hija, sus relaciones
pasadas, actuales, futuras.
Era importante acompañarla un rato desde
el silencio, escucharla desde ahí, sin juicios. Estuve desde mi mas profunda
legitimación por lo que estaba sintiendo.
Algo le estaba diciendo esto de
conectarse con su hijita, que tenía mas o menos la misma edad que ella cuando
comenzó el abuso.
La invité a conectarse con esa niña… con
su niña… de 5.
Le pregunté ¿quieres que la traigamos
aquí para conversar con ella?
Sentí que ya podía mirarla de frente. Y
así fue!
Cerró los ojos y le pedí que la trajera a
su pensamiento.
-
Ve como esta vestida,
peinada, su carita. Salúdala!
-
Dile como te decían de
chiquita.
- Qué te gustaría decirle desde tu ser hoy
grande a tu chiquita.
-
Hola mi querida Pepi… uy que
tiempo que no te veía.
-
Estas linda…, agrega! Comienza
a llorar!
-
Te quiero pedir disculpas…
porque no te he tratado muy bien!.
-
Te miro y veo una niña
indefensa!!
Y ahí se queda
un rato… llorando con ella.
Yo intervengo y le pido:
- Dile que no
tiene la culpa de lo que le pasó! Que es una niña!, Aunque lo hubieras deseado
o gozado! Eras una niña. Y esa persona que tu querías abusó de su poder de
adulto!
Ella fue poniendo en sus palabras lo que
yo le iba diciendo. No dejaba de llorar.
Qué mas quisieras decirle?
-
Te quiero con todo mi
corazón.
-
Y te pido perdón!
Algo se detuvo de mi y en ella, a propósito de su anhelo de sanar
con ella.
-
Qué tal que perdonemos a la niña y también a la adulta?
Hicimos ahí una conexión del pasado con
el presente.
-
Te perdono, me perdono.
Se hizo un largo silencio y lo sostuvimos en complicidad.
Algo mas te gustaría decirle hoy a esa
niña de 5?
-
No, está bien por ahora!
-
Bien despídete por ahora,
entonces!
-
Gracias por venir y verte tu
carita despejada, juguetona, me ha dado fuerza para seguir mi camino…. Y agregó
algo mas…
Abrió sus ojos, y respiramos a la
niña…juntas.
- Cómo estás?
- Conmovida!
-
¿Que está pasando?
-
Estoy conectando con esa niña
dolida!
-
¡Será que estás sanando con
esa herida?
-
Y aun duele!
-
Como todo herida, que cuando
le sacamos el vendaje, y queda expuesta, está sensible, adolorida.
-
Qué tienes ganas de hacer
ahora?
-
Primero que me abraces.
Lo hago y nos volvimos a quedar un rato ahí.
-
Y estoy muy cansada.
-
Qué tal que te hagas un poco
de cariño?
-
Si, lo que quiero es
arroparme y dormir.
Y ese fue el cierre de esa segunda
sesión.
Pasa una corta semana, pues había un
feriado entremedio, y probablemente muy larga para ella. Antes de irme de fin de semana, le escribo,
preguntándole cómo está? Agradece mi mail, y me dice que “procesando”, y
tranquila.
Tercera
sesión:
Ya su vestimenta había cambiado. El
colorido era otro, y además venía con una falda ajustada y con tacones
medianos. Lo que mas me llamó la atención fue su pelo. Lo llevaba suelto.
Negro, muy brillante. No era de gran longitud, mas se lucía. Algo estaba
apareciendo en ella, que había estado opacado por tantos años de encierro.
Le pregunto a modo de broma:
-
Quien vino hoy? - Me
sorprendió con su respuesta.
-
Hoy viene la mujer, que
comienza a ver el sol!
No voy a detallar la sesión que tuvimos
en ese momento. Lo que si puedo decir es
que comenzamos a trabajar su poder, sus limites, sus miedos a la energía
masculina, a mirar su femenino, a potenciarlo de a poco y por sobre todo a su
mujer adulta.
Seguimos encontrándonos por algunas
sesiones mas.
Y en ocasiones volvimos a hablar con la
niña. Ya eran diálogos diferentes. Para conectarse con el juego, con la
flexibilidad. Y a ratos para volver a sanarla.
La pregunta que me surge es ¿qué hacemos
los coaches en situaciones como esta? Será que podemos transformarnos en
enfermeras que sanamos heridas?
Si creo que es un proceso largo. Que
probablemente requiere muchas veces de volver a la niña, cuando esta se va a la
tristeza. Bienvenida ella, pues la tristeza aparece cuando hay algo que hemos
perdido y nos importa. Lo relevante aquí es tener la fuerza para no ahogarnos
en ese mar, sino mas bien tener recursos para remar y llegar a costa.
Se estarán preguntando… ¿y qué pasó con
su jefe? Ese fue parte importante de las sesiones posteriores. Ver sus miedos,
que probablemente la acompañarán por mucho tiempo, mas vio que el tema de era
mas de ella que del propio. El tema no
era cambiar de jefe o de trabajo, sino mas bien, acoger su miedo, para que le
ayudara a moverse y no a paralizarse. A invitar al coraje (actuar en presencia
del miedo), para atreverse a ponerle límites, a dar los primeros pasos en mirar
a los hombres a quienes ella les da autoridad a los ojos.
Agradezco a Pepa (le he cambiado el
nombre, por motivos obvios), por su coraje y valentía. Por su luz y su sombra.
Por permitirme acompañarla y que ambas creciéramos en este devenir de la vida.
Este es un primer capítulo, de temas que
guardamos como secretos, que por secretos hablan a viva voz durante toda la
vida. El compartir mis experiencias, pueda ser de utilidad a otros
profesionales, especialmente a los coaches, que por ser una disciplina
emergente sus limites están aun definiéndose.
Ana María Torres
-