martes, 31 de enero de 2017

Mi "Casita en el Bosque"

Un verano especial. Nuestro calor seco de verano matizado por el humo de incendios de N-S-E-O. Cielos grises, que parecen traer brisa, mas es el humo que invade todo el valle, donde se emplaza Santiago.  La recompensa es el atardecer cuando se manifiesta el sol enrojecido, hasta romántico, con inocente vergüenza por parecer apasionado.

Salí de Santiago con doble intención. Capearle a los 35 y mas grados, e ir a visitar mi “Casita en el Bosque”. Esa que fue tan soñada y esperada,  tan pensada como el proyecto para el resto de mi vida, que por alguna razón comenzó a ser postergada y olvidada, como ese amor de juventud, que cuando se hace alcanzable pierde su encanto.

Sentía una responsabilidad urgente de estar, como si los árboles demandaran mi presencia, así como los niños llaman a mamá, solo para saber que está cerca. No quería ir sola, pues algo me decía que era necesario compañía. No lo logré, y mi ser “ariana”, fuego que calienta y cuida, me movió, sin pensar mucho, a acudir al llamado.

La temperatura ambiente  marcaba 37 grados a la salida de Santiago.  ¡Bendito momento que decidí dejar la capital!. Era mitad de semana, la carretera estaba bastante despejada, haciendo un agrado el camino.  Me fui acompañada de mi música favorita,  y de un sillón que recogí en el camino para repararlo. No me di ni cuenta cuando ya entré al condominio. Las palmeras estaban mas grandes. Me pareció que habían menos resaltos, los avisos de ventas de sitios los habían modernizado y aumentado de valor. Ahí me percaté que hacía mucho tiempo que no iba.

 A medida que avanzaba  las palmeras raleaban,  los cercos de pino se mostraban polvorientos tapados como un manto de vicuña que en invierno se descubren y lavan para cobrar su color. A la distancia  comenzaba a dibujarse el bosque de eucaliptus del cual me enamoré hace algunos años . Se mostraban y se alejaban coqueteando con dejarse ver, tocar, penetrar. Era como en los sueños, avanzaba y nunca lo alcanzaba. . El camino de tierra se me hizo mas largo que de costumbre.  Lote k, lote L y finalmente lote M.

Ya un vecino me había alertado que habían nuevas casas aledañas.  Me fui lentamente, mirando cada una, parecían hechas de un mismo molde.  Lo Portones de fierro, de madera, entradas de piedra era lo que las diferenciaban. Tenía sentimientos encontrados… qué bueno tener vecinos, es mas seguro, y también me preguntaba por el bosque:¿qué pasó con el? Y los conejos que saltaban y se cruzaban a medida que avanzaba por el camino? Adonde se fueron?


Mi “casita en el bosque” estaba ahí mismo. Enredada entre pasto amarillo y retoños de eucaliptus que no tuvieron fuerza de luchar con los vientos y la lluvia del invierno. Parecían plátanos abiertos en una bandeja de frutas añejas.  No fue rico llegar y saborear esa sensación.  La culpa me invadió, como la madre que va a trabajar y siente que abandona a los hijos. Venía acompañada de tristeza.

Abro y allí estaba, un living semi vacío, pues ya me había llevado dos sillones para completar otro hogar, la casa de mi hija.  Trato de llenar ese espacio rápidamente, como pidiendo disculpas, con el sillón viejo que recogí.  Comienzo a ver huellas del vacío, que lo llenan la naturaleza de la noche manifestadas en fecas de ratones por toda la casa.

EL recorrido lo hice acompañada de una escoba. No tenía claro si era para defenderme de una manada de roedores o para comenzar a limpiar los rastros de la única vida presente en el último tiempo. Lo hago con cautela, abro las puertas para que entre viento, y salgan los intrusos.  Ninguna de los dos objetivos se cumplen en ese momento. Escucho un silencio expectante. 

Comencé a des-cubrir mi propia casa. Cada rincón, cada vasija, cada canasto.  Si, allí encontré un nido, ya abandonado. Comencé a descifrar las fibras con lo que fue hecho. Me pareció que era de una chaqueta que  colgaba de mi closet-abierto.  Seguía con mi arma/utensilio en la mano y me dirigí determinada a esa prenda. La tomo y no veo nada que me llamara la atención. Una cuota de mal/buen  sentido común me hizo sacudirla. De ambas mangas, dobladas, saltan 2 pequeños ratones. Creí estar preparada e igual me tomaron por sorpresa.  Eran torpes, no sabían por donde salir. Las miré y les grité !Váyanse!, como si fueran conocidos y habláramos el mismo idioma. Fue lo único que se me ocurrió en ese segundo.  Mi instrumento se transformo en  el  avisador de la salida.  Apareció un alivio momentáneo. Listo… ya se fueron!. Ahora solo a limpiar.  Ese par de animalejos, no se condecía con las huellas que habían en el resto de la casa.  Eran mis ganas de terminar con esa situación pronto. 

Entro al baño para lavarme las manos y miro la bata de levantarme  y me aparece la cordura acompañada de la sospecha.  Tenía bolsillos y estaban semi abiertos. Mmmm… Hoy digo: si yo fuera ratón este sería un buen lugar guarecerme. En ese momento, la experiencia anterior me condujo a  hacer el mismo que con mi chaqueta, solo para corroborar que no había nada.    Me sorprendieron nuevamente.  Otro par salta de ambos bolsillos. Me di cuenta que la emoción que me estaba embargando era de ternura.  Tenía una maternidad en casa. Claro que no elegida, con madres e hijos que yo no invité.

Solo voy a contar un tercer evento, que coincide con el tercer día,  donde ya la ternura se transformó en ira. El momento en que reviso el camarote de los niños.  En la cama de mas arriba dejé el plumón de plumas de ganso que solo lo prestaba a los más queridos invitados.  Inexplicablemente, supuse que no les gustaría, no sé por qué. Lo saqué bruscamente para sacudirlos y volaron miles de pequeñas y volátiles plumas blancas, como copos de nieve, inundando la pieza, el pasillo y el resto de la casa, y a mi.  No lo podía creer!! Ya tenía el resto de la casa limpia!!!  Encontré un pequeño ratón muerto, perdido en ese mar de plumas, que lo traicionaron.

Compré todo tipo de raticidas, pellets, cubos, cuadrados, redondos. Suficiente! No mas habitantes que entren sin pedir la llave.! Aunque la simbología de la presencia de ratones, signifique abundancia, nueva vida, multiplicación, también significa enfermedad, suciedad, abandono, desasosiego laberíntico bajo la superficie de las cosas.

Está a la venta!. Visitándola regularmente hasta que tenga otros moradores que se enamoren como yo lo hice.  Estoy despidiéndome de  mi "Casita en el Bosque", amándola, poniéndola linda, con traje dominguero.