El Observador
Apuntes de una conferencia de Julio Olalla
No sabemos como son las cosas,
sólo sabemos como las observamos o como las interpretamos.
Vivimos en mundos interpretativos.
El Observador
Apuntes de una conferencia de Julio Olalla a los alumnos del ACP
Vamos a entender al observador como alguien que ve el mundo de una determinada manera.
Si yo hablo con alguna persona de esta sala, les aseguro que esa persona no ve el mundo como lo veo yo.
¿Y cómo resolvemos esta diferencia….?
Muy simple, esa persona está equivocada y se resolvió todo (risas en la sala).
Así lo hacemos siempre, por eso vivimos en esas eternas conversaciones de quién tiene la razón, quién está equivocado. El hecho es que si conversamos más, muy pronto nos vamos a dar cuenta de que no vemos el mundo igual. Y no estoy diciendo que uno lo ve mejor y el otro peor, sólo he dicho que no lo vemos igual.
Ahora si un chileno habla con un argentino o un rumano con un francés, veremos que hay mundos muy distintos. Lo mismo sucede cuando una persona de 20 años conversa con un niño de 7 años y así podemos dar muchísimos ejemplos.
Hay algo extraordinario en todo esto ¿hay un solo mundo y nosotros no nos ponemos de acuerdo? o ¿hay tantos mundos como personas?
Si hay un solo mundo, entonces el observador que yo soy tiene 2 posibilidades: tiene la razón o está equivocado, lo que es bastante pobre como explicación. O simplemente más allá de cualquier resolución sobre el tema, decimos que lo vemos distinto.
Somos observadores distintos y eso lo sabemos todos ¿Hay alguien a quien le parezca extraño de que somos observadores distinto?, seguramente nadie.
Sin embargo a pesar de saber que somos observadores diferentes, cuando trabajamos juntos suponemos que todo lo vemos igual o exigimos que sea así. Hay algo en esto que no funciona.
Voy a hacer una formula aquí:
El observador entra en acción y produce resultados.
Si este observador mira sus resultados y no le gustan ¿qué es lo que hace?, cambia las acciones. Lo que hacemos siempre.
¿Me siguen?, es muy importante que me sigan porque esto es fundamental en nuestro trabajo.
Yo soy un observador determinado, hago ciertas cosas en mi vida y produzco resultados. Cuando no me gustan esos resultados ¿Qué hago?, intento cambiar mis acciones.
Es muy curioso este fenómeno, piénselo así:
Si yo sigo viendo el mundo de la misma manera, puedo cambiar todas las acciones que quiera y al final lo que cambio estará siempre dentro de un marco que es predecible. Es decir voy a hacer más o menos lo mismo.
En cambio si yo juzgo que mis acciones no me gustan y en vez de lanzarme inmediatamente a una nueva acción le doy una mirada a cómo estoy mirando, aparecen acciones que eran impensables de otra manera.
Hay un aprendizaje que se llama de primer nivel y éste es un aprendizaje de segundo nivel.
Simplemente como un ejemplo:
Cristóbal Colón no tenía mejor tecnología que otros marineros en su tiempo, tampoco tenía más dinero, pero hizo cosas que no hicieron otros marineros ¿por qué?
Porque era un observador distinto.
El comenzó un viaje distinto que para iniciarlo tenía que tener una concepción distinta.
Los otros tenían lo mismo, pero no tenían la misma visión.
Podemos hacer una lista enorme de acciones distintas y es irrelevante. Lo que necesitamos cambiar es nuestra manera de concebir el mundo y voy a poner unos ejemplos simples para entender esta reflexión:
Supongamos que me duele un hombro y voy a un médico de tradición china para que me atienda. Al día siguiente voy a un médico de tradición occidental para que me atienda. Lo que ambos van a hacer es profundamente distinto porque no ven el mismo cuerpo.
Y no estoy diciendo que uno sea mejor que el otro, lo que digo es que cuando ven el mundo distinto intervienen en el mundo de otra manera. Al cambiar nuestra visión del mundo no podemos seguir haciendo lo mismo ¡es imposible!
Tenemos que hacernos una nueva pregunta, una pregunta que raramente nos hacemos ¿Qué hace que yo observe el mundo de una cierta manera?, ¿Cómo se constituye el observador que yo soy?
Si queremos responder a ésa pregunta hay 3 elementos que vamos a tomar y que los van a acompañar durante todo el programa y también en sus vidas y profesiones:
1) El lenguaje.
Por siglos y siglos el lenguaje ha sido entendido como un código compartido para describir el mundo, o sea si yo contigo convenimos en llamar a eso “parlante”, entonces ya sabemos a qué nos referimos cuando decimos parlante.
El lenguaje era un acuerdo para describir el mundo, es decir el lenguaje venía después que el mundo. Esta interpretación del lenguaje fue la interpretación que la humanidad vivió por más de 20 siglos.
En el siglo pasado un grupo de filósofos dijeron algo extraordinario “Es cierto que el lenguaje sirve para describir el mundo, eso es innegable, pero no es todo, el lenguaje también genera el mundo” y eso sonó muy extraño ¿Cómo es eso que genera el mundo?. Sí, dijeron ellos, el lenguaje tiene una capacidad increíble, que es obvia y que no la vemos: el lenguaje tiene la capacidad de generar distinciones.
Distinguir es hacer algo distinto de algo más, eso es distinguir. Cuando yo distingo algo, ese algo aparece.
Un ejemplo: si ustedes observan pinturas en una exposición y al salir un guía del museo les pregunta ¿ya vieron las pinturas?, sí responderán. Ahora si el guía los invita a verlas de nuevo con él y ustedes aceptan y comienzan a escucharlo, se darán cuenta que empiezan a aparecer “otras pinturas” y muchas cosas que no vieron en la visita anterior, y no lo vieron porque no tenían las distinciones que el guía con su experiencia y conocimiento les mostró.
La visita con el guía implica “ver”, literalmente ver lo que no podían ver antes.
Veamos otro ejemplo: ¿han ido a un restaurante francés alguna vez?, supongamos que yo voy y pido un plato. Mientras estoy comiendo llega el chef a saludarme y me pregunta ¿le gusta lo que se está sirviendo?, si, si, digo yo.¿ Notó que el trasfondo del puré tiene un toque de albahaca?, no, no me había dado cuenta, le respondo. ¿Y se dio cuenta que la salsa es de nueces?, no, tampoco… y de repente me doy cuenta que estoy comiendo un plato completamente diferente del que en un principio estaba comiendo y empiezo a saborear otras cosas.
Lo mismo sucede con el vino, en que un conocedor nos puede introducir a un mundo inmenso e inimaginable de nuevas distinciones: el año, la tierra, la cosecha, la zona, el sol, la viña, etc. etc.
A lo mejor a muchos de nosotros nos ponen una venda y nos dan a probar un vino tinto y un blanco y con mucha dificultad vamos a distinguir uno del otro (risas de los presentes).
Este simple fenómeno lo vamos a tomar en serio, nosotros tenemos la brutal ilusión de que cuando abrimos los ojos vemos todo lo que hay que ver.
Esa ilusión es parte de nuestra capacidad de entendernos, para legitimarnos, para respetarnos, porque suponemos que los otros ven lo mismo que nosotros.
Un ejemplo que muestra distintos grupos de distinciones podría ser este:
Si ustedes van al desierto chileno en el norte y en la noche se acuestan en la arena mirando el cielo ¿Qué es lo que van a ver la mayoría de ustedes?, ¡estrellas! y un montón de ellas.
Si van con un astrónomo la noche siguiente van a ver: planetas, satélites, galaxias, van a distinguir una estrella de un planeta por su forma de titilar, van a descubrir la Osa Mayor, las Tres Marías, etc. etc.¿donde estaban la noche anterior?.
Ahora imagínense que la noche siguiente van a observar “las estrellas” con un astrólogo, entonces verán a Piscis, Escorpio, conocerán de la mitología griega, etc. etc. ¿Cómo aparecieron ahora y no antes?.
Sucede algo tan simple como esto: Antes no tenían esas distinciones.
Hay algo más que sucede aquí: las culturas.
Yo nací al mundo “en español”, como la mayor parte de ustedes. Abrí mis ojos y lo vi en español, eso no es menor y en mi caso lo vi así con un padre que era español que hablaba diferente a la gente de aquí . Yo no decía “así es el mundo en español”, decía “así es el mundo”. Me vine a dar cuenta de eso sólo cuando viaje al extranjero y pude apreciar “que todos los demás estaban equivocados” (risas).
Esa ilusión brutal, insisto, esta en el corazón del trabajo que vamos a hacer.
Cuando Matilde o Fernando, por ejemplo, hablan de lo que ellos hablan, ellos hablan del observador que son, de lo que está accesible en el mundo que ellos miran y en ese mundo una conversación puede producir algo extraordinario ¿saben lo que quiere decir conversar?, conversar quiere decir cambiar juntos. Al conversar estamos permitiendo que el otro acceda al observador que yo soy.
Fíjense que nosotros hablamos mucho pero conversamos poco.
Cuando Matilde o Fernando, para seguir con el mismo ejemplo, decían lo que decían es lo que decía el observador que ellos son y ese es el mundo que ellos ven y bendito sea que así sea. Pero cuando ellos tienen una nostalgia por algo distinto que “sospechan”, están diciendo que “el observador que yo soy es insuficiente para lo que sospecho”. No en un sentido negativo, es sólo que hay algo que yo no se. Y ése es el poder de las conversaciones y por eso es tan importante que nos escuchemos unos a otros como lo haremos durante todo el programa.
El lenguaje es más que esto, el lenguaje también es acción y eso lo veremos más adelante en los actos del habla.
El lenguaje también es historia. Cuando yo estoy dentro de un lenguaje estoy dentro de un discurso interpretativo, la hispanidad por ejemplo o la chilenidad en particular, o un discurso femenino o lo que fuese.
¿Qué otro elemento tiene que ver con la constitución del observador?
Aquí aparece un elemento gigantesco, abandonado por nosotros hace mucho tiempo, excepto en las terapias:
2) Las Emociones.
Desde el punto de vista de la constitución de la palabra, lingüísticamente”, hablando, emoción quiere decir “lo que te mueve, lo que te pone en acción.
Si yo estoy hablando con Sergio y por el siento gratitud, mi disposición hacia el es muy distinta si lo que tengo es rabia. En la rabia lo quiero castigar, en la gratitud le quiero regalar.
Cada emoción puede ser entendida como una predisposición a la acción.
Cuando la humanidad vive desde el miedo está predispuesta a la acción de una manera muy distinta a que si la humanidad viviese en la gratitud. Pero nosotros no miramos eso. Ustedes ven las conversaciones entre palestinos e israelíes, cincuenta años, están ahí mismo, no ha cambiado un ápice. Emocionalmente están en el mismo lugar y esa emocionalidad no permite ningún desplazamiento.
Las emociones entendidas como predisposiciones a la acción son fundamentales porque nosotros somos seres emocionales, es sistema nuestro emocional es muy anterior al sistema conceptual, a la neocorteza.
Las emociones, si son predisposiciones a la acción, podrán entender que el mundo emotivo en el que habito me hace entrar en el mundo de distintas maneras, actuar en el mundo de maneras diversas. Entonces nos podemos hacer varias preguntas, una es que ciertamente hay momentos en que yo tengo rabia pero luego se me pasa, tengo momentos de alegría y también se me pasa, pero ¿se han dado cuenta que también tenemos otro espacio emocional?, por ejemplo algunos de nosotros vivimos en la vergüenza o vivimos en el miedo o vivimos en la culpa. No es que tengamos un momento de culpa sino que habitamos en la culpa.
Entonces a los momentos de una predisposición que se va rápidamente las vamos a llamar las emociones propiamente tal y a aquellas emociones en las que habitamos en forma permanente o que tienden a perpetuarse, vamos a llamarlos estados de ánimo.
En el coaching estas distinciones son fundamentales, piensen por ejemplo que las instituciones tienen estados de ánimo ¿les cabe alguna duda?, vayan por ejemplo a un banco determinado y luego a otro y podrán apreciar que hay distintas emocionalidades, distintos estados de ánimo. Vayan a distintos países o a distintas ciudades y verán lo mismo, no es igual estar en Rio de Janeiro que en Nueva York. Las emocionalidades son muy diferentes.
¿Por qué razón de repente nos quedamos en la tristeza o nos quedamos en el miedo?, ¿Qué nos pasó? ¿Qué significa, qué me otorga, qué me quita?.
Esto sin duda tiene que ver con el observador que somos, no hay desplazamiento en el observador si no hay un desplazamiento en este territorio emocional. Podemos ver conceptualmente muchas cosas pero si la emocionalidad continúa la misma, no hay cambios fundamentales.
Este cambio, este aprendizaje, en nuestro programa es central.
Y por último está este otro elemento:
3) El cuerpo.
Nuestra biología y mucho más que la biología, tiene que ver con el proceso de aprendizaje y con el observador que somos. Nosotros no vemos el mundo de la misma manera en los distintos cuerpos que habitamos y no me refiero al cuerpo en el sentido de la edad o el sexo, me refiero a una cierta postura que adquirimos en la vida, una cierta manera de pararnos en el mundo.
Una de las cosas más sorprendentes que sucede en la corporalidad tiene que ver con lo siguiente: si yo veo el mundo desde el miedo ¿ustedes creen que yo me pararía con este cuerpo que tengo en este momento?, claro que no. ¿Qué le pasaría a mi cuerpo? Se contraería en el miedo.
Hay una coherencia entre la postura y el mundo emocional, fíjense que si ustedes me ven caminando así (infla el pecho levanta el mentón en tono arrogante y va apuntando con el dedo índice) y yo les digo que vivo “en la humildad” (risa general), ¿no me creen, verdad? Y ¿Por qué no me creen? muy simple, ese cuerpo no corresponde al cuerpo de la humildad.
Muchas veces queremos cambiar en la vida y pensamos que el cambio es una cuestión conceptual. Podemos cambiar los conceptos pero salimos afuera y seguimos haciendo lo mismo… pero con conceptos más interesantes.
Para que exista un cambio verdadero se requiere de una coherencia nueva y es la coherencia entre estos tres mundos: Lenguaje, emociones y cuerpo.
Cuando esa coherencia cambia hemos aprendido en el sentido de la integridad de todos los dominios, pero si el cambio es de nuevos conceptos y no ha cambiado la emocionalidad ni ha cambiado la postura ¿saben lo que está pasando?, tienen nuevos conceptos pero la vieja coherencia te llama de vuelta y después de un tiempo volvemos a lo mismo de siempre. Esto hay que entenderlo a fondo porque cuando trabajemos el cuerpo muchos van a decir ¿Qué tiene que ver esto con el aprendizaje? y es porque el aprendizaje lo tenemos desvinculado del cuerpo, de lo somático.
Es fundamental entender que el aprendizaje no es sólo un aprendizaje conceptual.
Voy a volver al observador.
Mi parada en el mundo es coherente con la emocionalidad y con lo conceptual, ¡claro que si!, y es una coherencia que esta en constante reajuste. Un pequeño ajuste en esa coherencia produce un cambio que muchas veces nos sorprende.
El observador lo constituyen al menos estos tres espacios y cuando trabajamos con ellos nos hemos instalado en el centro de los mundos interior y exterior, en la integración de ambos.
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