A través de las
redes sociales, termómetro del sentir de la modernidad, comienzan a apuntar a
los posibles culpables de tal desastre, con un manto de injusticia. El mas
evidente fue el arquero, que no atajó esas pelotas intrusas. Comenzó una ola de imputaciones, insultos,
amenazas, que llegaron descontroladamente a poner en riesgo la vida del acusado
y toda su familia.
Y aquí vienen las
reflexiones de asociar este evento al “bulling” que sufren los niños y
adolescentes, que ya parece que no tiene límite de edad, ni situación. ¿Qué hace
que socialmente nos tome el lado oscuro de la rabia y la frustración, que puede
llegar a extremos de querer eliminar al que socialmente lo experimentamos como
el “enemigo”? ¿Qué será que si las expectativas que tengo de lo que ocurre no
se cumplen, busco culpables para castigarlos con la pena de muerte?
La violencia
virtual, es una violencia cínica, que no pone la cara, que esconde la mano que golpea,
no haciéndose responsable del acto y sus consecuencias. No viendo al sujeto motivo
de violencia, no percibimos lo que está generando en el otro, sus reacciones,
sus decisiones, a diferencia de la violencia cara a cara, que se percibe el
daño que estoy haciendo.
¿Y que hacemos
frente a esto que se está manifestando y que tiene que ver con una de las expresiones
de la modernidad? ¿Con esta libertad que nos llegó a las manos? Con esta posibilidad
de impactar con
nuestras palabras,
nuestras emociones, nuestra energía a otros, colectivamente, que antes estaba
solo reservado para algunos “lideres”?
Miremos nuestro
discurso cultural respecto a nuestro mundo emocional. Los chilenos somos
conocidos por no ser muy expresivos de nuestras emociones, comparados con otros
países como Argentina y Brasil. Y hablo de la alegría, el entusiasmo, de la
tristeza, y muy especialmente la rabia. Y al parecer el fútbol es un canal de salida
de aquello que nos guardamos en el día de hoy. No voy a juzgar que sea ese un
canal de salida, pero si quiero poner arriba de la mesa de la reflexión nuestra
falta de educación emocional de no somos capaces de manejar nuestras
frustraciones y no conocer la palabra tolerancia a ella.
Es tiempo de
aprender de nuestro mundo emocional que ha estado por casi 500 años sumergido detrás
de la razón y la objetividad, dejándolo en una categoría de secundaria, blanda,
doméstica. Aprender a celebrar, a manifestar nuestra
alegría cuando tenemos un logro, así como lidiar con la frustración y la rabia cuando
aquello no resultó como esperábamos, también puede ser parte de la modernidad. Mas
aún, hoy en esta cultura de la inmediatez de los resultados, que tocamos una
pantalla y se obtiene el resultado al .
Esta reflexión
nace de mi amor por mi país, y también de nuestro ser humano, de lo que es
posible para nosotros que tenemos la capacidad de aprender mas allá de tener
información, ampliando nuestro ser habitante de este planeta. Para ello se hace
inminente que aprendamos de nuestras emociones, a reconocerlas, a darles cabida,
validarlas y expresarlas. Eso pasa por respetar al otro como legítimo otro,
especialmente si no estoy de acuerdo, o no lo apruebo. No se trata de “poner la
otra mejilla”, sino que aprender a expresarnos libremente en forma respetuosa en
cada interacción de nuestro día a día y muy especialmente de lo que decimos en
las redes sociales, que tanto impacto tiene.
Ana María Torres
Coach del alma
Domingo 6 de Junio
2019
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