domingo, 14 de febrero de 2016

¿TEMAS TABÚ O DE SANACION PARA EL COACHING?


EL ABUSO SEXUAL Y LA VIOLENCIA
CAP I

Hay temas que a los coaches nos toca ver mas recurrentemente y que necesitamos prepararnos para tenerlas, sostenerlas y aportar, tanto para nosotros mismos como coaches, como para acompañar a nuestros coachees. Unos de esos temas son la violencia y el abuso infantil. Hasta el momento han sido temáticas abordadas por el área de la salud, la psicología y psiquiatría.  Hoy nos toca a los coaches acompañar en este dominio, y creo que tenemos mucho que aportar desde el espacio conversacional, emocional, como experiencial, para lograr una sanación.

Este tema no llega directamente como espacio a trabajar en la mayoría de los casos. Aparecen a menudo en la indagación de otros temas, algunos asociados a la victimización. Otros a la tristeza profunda,  a la rabia incontrolable,  al miedo hecho cuerpo y/o también como victimarios/as. En ocasiones se manifiesta con una complacencia y/o la ausencia de limites en otros dominios de su vida. En otros con distanciamiento con el género de quienes han sido los victimas . En lo femenino, lo mas a la mano es el servilismo y en lo masculino a través de la rabia y la violencia. También en quedarse en su ser niño/a, y no aventurándose a la adultez, como lo mas recurrente.

Qué podemos hacer los coaches cuando aparece?
 Primero atrevernos a preguntar, cuando sospechamos que ha habido abuso en algún momento de su vida. Solo el hecho de reconocerlo, de nombrarlo, es un primer paso de avance.
En segundo lugar,  tener el cuerpo para acompañar a nuestro coachee en este espacio, que no sabemos a priori adonde vamos a llegar.
Lo que si necesitamos claridad es que estar dispuesto a acompañarlo/la, y aceptarlo/la como todo lo que el/ella trae, requiere de nuestra compasión y capacidad de sostener la situación y al coachee .

Relataré una experiencia de coaching para ir mirando el fenómeno.

Mujer adulta, alta,  robusta, muy latina de razgos,  Me tocaba verla a menudo en unas oficinas que arrendaba.  Cada vez que me la cruzaba, su tristeza no la hacía pasar desapercibida a mis ojos. 
Llegó a conversar conmigo, derivada por una persona conocida en común.
En aquella ocasión, ocurrió un día muy frio, mas frío de lo acostumbrado para la estación, motivo por el cual, tuve que calefaccionar el lugar desde la mañana, así como usar mas luz que lo habitual.
El contraste de temperaturas, el afuera y el adentro, la iluminación artificial cálida generaron un efecto uterino, que llamaba a quedarse y dejarse cuidar.
Desde el comienzo de la conversación, tuve la intuición que algo iba a pasar, no sabía que! Intuía un nacimiento, algo que se iluminaría.

Comenzamos conociéndonos, riéndonos a ratos, y esa luz de tristeza en esos ojos negros estaba presente, inamovible.

Al rato, le pregunto:
-       Que la trae por aquí?
Ella acusa recibo de nuestros múltiples encuentros casuales en los pasillos, y me dice que algo le decía y anticipaba este encuentro.
            Trae un tema laboral. Comenzamos a explorarlo.
Rondaba en torno a la relación con su jefe, cómo el no entendía que ella estaba dispuesta a dar todo su conocimiento, pero que también necesitaba recibir. Cuando pedía ayuda, no se la daba.
Por ahí entramos!... exploramos sus jefaturas, la relación con ellos y ellas, que no eran las mismas. Tocamos el dar y recibir, que estaba muy desequilibrado… Y llegamos a hablar de la autoridad y el Poder.  No era cualquier poder y autoridad, era la masculina.
Comenta: - “Esta semana me he tenido que quedar hasta las 11 de la noche trabajando, me he sentido violentada”.
Algo se prendió en mi, y en ella seguramente, pues hicimos una conexión con esa última palabra.  Le propuse quedarnos en esto último que estaba reportando.
-       Dejemos por un rato el trabajo, y tomemos esta sensación que estás trayendo, de “sentirte violentada” ¿Te parece?
Ella accede con una expresión que en ese momento no pude descifrar.
-       ¿Cuándo te has sentido violentada en tu vida?
No pudo sostener la pregunta. Bajo la mirada, se encogió, como una niña protegiéndose de la lluvia, y explotó en lágrimas.
La dejé un ratito ahí, le alcance un papel y limpió sus ojos enegrecidos por el maquillaje.  Le propongo que le ponga palabras a sus lágrimas.
Me dice que es algo que ya no puede aguantar mas!. Que está saliendo todos los días,  que es como un vaso que se rebalsa y que necesita vaciarlo.
-    Y no se como hacerlo!. No tengo palabras. No he hablado nunca de eso.
Le propongo que le pongamos nombre a “eso”, lo “innombrable”. No le salió de su boca.
-       Se llama abuso?
-       Si, me dice… y aun no lo podía enunciar.
-       Abuso de pequeña?
-        …Asintió.
Era un paso enorme, el poder comenzar a hablar de él y poder reconocer que le había pasado.
-       Y le pregunto… ¿Qué te pasa al contar y sacarlo afuera?
-       Un tremendo alivio, y también me da mucha vergüenza!
-       Vergüenza por qué?
-       Por que siempre me he sentido oscura, sucia, y también frente a ti…de qué vas a pensar de mi!
Me conecté con una tremenda ternura de ver esa mujer grande  conectándose con su vulnerabilidad.

Desde mi experiencia, he visto tanto a mujeres y hombres abusados de niños/as, que sienten que no solo les hicieron algo a ellos, sino que también verse con  alguna responsabilidad, dado que a veces lo anhelaban, accedían o tenían placer. Y aparece la vergüenza y la culpa. No solo sienten que transgreden estándares sociales, sino que también estándares propios.  Lo que no están viendo es el abuso de poder de un adulto frente a un niño, que no tiene poder de discernir ni optar. Y si le agregamos, que en la mayoría de los casos es alguien muy cercano, a quienes ellos/as quieren y confían, el tema se hace mas complejo aún.

La abracé como una madre abraza a su hija, y le di la bienvenida a esta nueva etapa. Y también a lo que viene. Lo único que le prometí es que yo estaba dispuesta a acompañarla en este camino.
Esta etapa nueva que es como cuando estamos embarazados. Parir después de 43 años. Muy largo!, por lo tanto no hay mucho repertorio, ni manual para caminar después de tanta recriminación.
Terminamos esa sesión con mucha conexión, compenetración.

Segunda sesión
Venía vestida de negro como a menudo la veía, pero traía atado a su cuello un pañuelo de seda multicolor, que seguramente lo tenia guardado de algún regalo de cumpleaños, que nunca iba a ser abierto.
Algo nuevo se estaba gestando.
Recién estábamos comenzando. Es como una piel que se comienza a cambiar.

- Cómo estas? Fue mi primera pregunta. Fue como sacarle el freno de mano, para que se explayara.
- ¿Como te has sentido?
Era un cocktail de emociones. La tristeza fue la primera que salió. Y había estada presente durante toda la semana.  Comenzó a salir la rabia.  Aparecieron conversaciones no tenidas, pedidos de ayuda no realizados a su madre. La vergüenza y la culpa estuvieron haciendo su propia alquimia. 
            Le dimos la bienvenida a todas ellas.
- Serán tus compañeras por un rato, así es que mejor conocerlas que desconocerlas… no te parece?
La pregunta recurrente fue…
¿Y ahora que voy a hacer con todo esto?
Le aparecía su hija, sus relaciones pasadas, actuales, futuras.
Era importante acompañarla un rato desde el silencio, escucharla desde ahí, sin juicios. Estuve desde mi mas profunda legitimación por lo que estaba sintiendo.
Algo le estaba diciendo esto de conectarse con su hijita, que tenía mas o menos la misma edad que ella cuando comenzó a ser abusada.

La invité a conectarse con esa niña… con su niña… de 5.
Le pregunté ¿quieres que la traigamos aquí para conversar con ella?
Sentí que ya podía mirarla de frente. Y así fue!
Cerró los ojos y le pedí que la trajera a su pensamiento.
-       Ve como esta vestida, peinada, su carita. Salúdala!
-       Dile como te decían de chiquita.
-     Qué te gustaría decirle desde tu ser hoy grande a tu chiquita.
-       Hola mi querida Pepi… uy que tiempo que no te veía.
-       Estas linda…, agrega! Comienza a llorar!
-       Te quiero pedir disculpas… porque no te he tratado muy bien!.
-       Te miro y veo una niña indefensa!!
Y ahí se queda un rato… llorando con ella.
Yo intervengo y le pido:
- Dile que no tiene la culpa de lo que le pasó! Que es una niña!, Aunque lo hubieras deseado o gozado! Eras una niña. Y esa persona que tu querías abusó de su poder de adulto!
Ella fue poniendo en sus palabras lo que yo le iba diciendo. No dejaba de llorar.
Qué mas quisieras decirle?
-       Te quiero con todo mi corazón.
-       Y te pido perdón!
Algo se detuvo de mi  y en ella, a propósito de su anhelo de sanar con ella.
            - Qué tal que perdonemos a la niña y también a la adulta?
Hicimos ahí una conexión del pasado con el presente.
-       Te perdono, me perdono.
Se hizo un largo silencio y lo sostuvimos en complicidad.
Algo mas te gustaría decirle hoy a esa niña de 5?
-       No, está bien por ahora!
-       Bien despídete por ahora, entonces!
-       Gracias por venir y verte tu carita despejada, juguetona, me ha dado fuerza para seguir mi camino…. Y agregó algo mas…
Abrió sus ojos, y respiramos a la niña…juntas.
            -     Cómo estás?
            -     Conmovida!
-       ¿Que está pasando?
-       Estoy conectando con esa niña dolida!
-       ¡Será que estás sanando con esa herida?
-       Y aun duele!
-       Como todo herida, que cuando le sacamos el vendaje, y queda expuesta, está sensible, adolorida.
-       Qué tienes ganas de hacer ahora?
-       Primero que me abraces.
Lo hago y nos volvimos a quedar un rato ahí.
-       Y estoy muy cansada.
-       Qué tal que te hagas un poco de cariño?
-       Si, lo que quiero es arroparme y dormir.
Y ese fue el cierre de esa segunda sesión.

Pasa una corta semana, pues había un feriado entremedio, y probablemente muy larga para ella.  Antes de irme de fin de semana, le escribo, preguntándole cómo está? Agradece mi mail, y me dice : procesando y tranquila. 

Tercera sesión:
Ya su vestimenta había cambiado. El colorido era otro, y además venía con una falda ajustada y con tacones medianos. Lo que mas me llamó la atención fue su pelo. Lo llevaba suelto. Negro, muy brillante. No era de gran longitud, mas se lucía. Algo estaba apareciendo en ella, que había estado opacado por tantos años de encierro.

Le pregunto a modo de broma:
-       Quien vino hoy?
-       - Me sorprendió con su respuesta.
-       Hoy viene la mujer, que comienza a ver el sol!

No voy a detallar la sesión que tuvimos en ese momento.  Lo que si puedo decir es que comenzamos a trabajar su poder, sus limites, sus miedos a la energía masculina, a mirar su femenino, a potenciarlo de a poco y por sobre todo a su mujer adulta.  
Seguimos encontrándonos por algunas sesiones mas.
Y en ocasiones volvimos a hablar con la niña. Ya eran diálogos diferentes. Para conectarse con el juego, con la flexibilidad. Y a ratos para volver a sanarla.

La pregunta que me surge es ¿qué hacemos los coaches en situaciones como esta? Será que podemos transformarnos en enfermeras que sanamos heridas?
Si creo que es un proceso largo. Que probablemente requiere muchas veces volver a la niña, cuando aparece la tristeza. Bienvenida ella, pues la tristeza aparece cuando hay algo que hemos perdido y nos importa. Lo relevante aquí es tener la fuerza para no ahogarnos en ese mar, sino mas bien tener recursos para remar y llegar a costa.

Se estarán preguntando… ¿y qué pasó con su jefe? Ese fue parte importante de las sesiones posteriores. Ver sus miedos, que probablemente la acompañarán por mucho tiempo, mas vio que el tema era propio que del jefe.  El tema no era cambiar de jefe o de trabajo, sino acoger su miedo, para que le ayudara a moverse y no paralizarse. A invitar al coraje (actuar en presencia del miedo), para atreverse a ponerle límites, a dar los primeros pasos en mirar a los hombres  a los ojos, a quienes ella acostumbraba a someterse a su autoridad .

Agradezco a Pepa (le he cambiado el nombre, por motivos obvios), por su coraje y valentía. Por su luz y su sombra. Por permitirme acompañarla y que ambas creciéramos en este devenir de la vida.

Este es un primer capítulo, de temas que guardamos como secretos, que por secretos hablan a viva voz durante toda la vida. El compartir mis experiencias, pueda ser de utilidad a otros profesionales, especialmente a los coaches, que por ser una disciplina emergente sus limites están aun definiéndose.

Ana María Torres


jueves, 3 de diciembre de 2015

Un aporte a la Escucha!

La escucha 2.0

Este es un artículo publicado en el blog de Gabriel Bunster. Les recomiendo visitar su blog.
www.gabsblogo.blogspot.com

Cuatro niveles de escucha, así se simple, son los que plantea Otto Scharmer, en el curso Transformando la empresa, la sociedad y a nosotros mismos, desde el MIT.

En el primero, escuchamos solo aquello que queremos escuchar, aquello que reafirma lo que ya sabemos, aquello que no desafía nada del mundo que hemos construido en nuestra mente.
Lo que no se aviene con lo que ya sabemos, simplemente no lo escuchamos; nunca lo vimos. Es un tipo de ceguera cognitiva. O simplemente, el otro está mal, equivocado, sin más.

Conoces esta manera de escuchar ? Bastante, diría yo. Personas que hablan contigo y no escuchan.
Bueno, a veces no es tan fácil darse cuenta de aquello; falta un instrumento de medición, algo como un escuchómetro. (para ver la imagen a continuación, solo pínchala)
Description: https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhwt82Ibf4NvtnxNieAk9iECsa6n7RktSfo6AeZ-bgJrG-V3nM3qgjv-FpzkaxF4q1caad4oFtYg8OsNnxDHH5A0QhI7aixpfL8Zca14g2NdCmGvTsqcdPwgdIN8Z4CNQ6LQv6VohiL9iIJ/s400/aj2.jpg
A esta forma de escucha, la llamandownloading hearing, o escuchar como si lo que escucho fuera como descargar datos desde mi personal disco duro.

En el segundo nivel de escucha, lo distinto, lo que no cuadra con lo que yo se, lo escucho, lo registro, incluso tomo notas. Esa información que escucho y contradice lo que se, la capturo, porque se que es la fuente de la innovación. Pero, estoy parado en mi mismo, en el borde de mi mundo de saberes.

Esta forma de escuchar, implica unaapertura mental. Requiere quesuspenda esos juicios automáticos, que el nivel uno desencadena. Lo llaman Factual listening, o un escuchar atendiendo a lo fáctico, es como la mirada del científico, pienso.

El tercer nivel de escucha, es la escucha empática. En este nivel ya me salgo de mi y me meto en los zapatos del otro; miro el mundo e incluso lo siento, como el otro. Para este nivel se requiere una apertura a nivel de corazón; ya habíamos abierto la mente en el nivel anterior, aquí abrimos ademas el corazón.

Me pongo en el lugar del otro. Ello requiere bastante nivel de atención, de concentración, bastante energía. No es fácil. Requiere mucha generosidad, pues significa salir de sí.

En el cuarto nivel de escucha, se va un paso más allá. Lo llaman la escucha generativa. La idea es conectar con lo que quiere emerger, ahí en el mundo, ahí, en el otro.
Requiere conectar desde un nivel mas profundo de uno mismo, desde un espacio de calma interior, casi meditativo. Y desde allí atender a lo que desea ser, a lo que quiere aflorar.
Esta forma de escuchar nos remueve internamente, pues se siente como una elevación de energía interna. Incluso como una transformación de uno mismo, pues afecta el ser que somos como escuchadores.

Esto de abrirse a lo que quiere ser, nos implica y requiere ser capaces de dar el salto, hacer el movimiento, desde lo que era a lo que quiere ser. Ello significa abrir el último eslabón, que requiere romper las ataduras del miedo, al abrir la voluntad hacia el futuro, hacia lo nuevo que quiere emerger.

Este tercer nivel de escucha implica o requiere una profunda conexión con quien somos y con quien deseamos ser. Porque es desde ahí por ejemplo, que un buen coach ve en el coachee que tiene al frente, lo de él que quiere emerger.

Habla Otto Scharmer de liderar a través de un más profundo escuchar.

Y otra cosa, lo emergente aflora a su ritmo, en su tiempo; no se puede apurar. Solo se puede traer al presente, actualizar, facilitar, y esperar, tener fe, de que aflorará.

Ahora, esto de sumergirse en lo que quiere emerger, lo llaman "presencing" (no se como traducirlo) y de ahí el Presencing Institute.




viernes, 20 de noviembre de 2015

¿Culturas Competitivas o Colaborativas?

Comparto con ustedes este árticulo que me parece, hoy mas que nunca,  reforzar la mirada entre lo que es colaborar y competir.

¿Culturas Competitivas o Colaborativas? 
 
Hola Ana María:
 
La característica fundamental de los modelos modernos de mejora y desarrollo, individuales, de equipos y organizacionales, es que capturan las tensiones naturales que forman parte de la vida de los seres humanos. 

Por ejemplo, el Dr. Robert Kegan, profesor de la Escuela de Educación de la Universidad de Harvard ha mencionado que el desarrollo de las personas (y también de los equipos y organizaciones) sucede de mejor forma cuando se instala una combinación ingeniosa de desafío y apoyo. 

Demasiado desafío genera desesperanza. Si siempre se nos exige más y cualquier esfuerzo hagamos es insuficiente, nos puede llevar a dejar de persistir o preferir cambiar de ambiente. 

Al mismo tiempo, cuando solo hay apoyo, cuando todo lo que hacemos está bien o es fácilmente aceptado, no hay estímulo para cambiar y mejorar, lo que limita nuestro desarrollo. 

Por ello, un rol fundamental de los líderes en las organizaciones es generar combinaciones creativas de desafío (todo lo que nos falta por conseguir) y apoyo (todo lo que nos va a ayudar a tener la motivación y capacidades necesarias para conseguirlo). 

Otro ejemplo es una tensión muy interesante que sucede en las culturas, entre la competencia y la colaboración. 

Como han identificado los doctores Hogan, Chamorro-Premuzic y Kaiser en su artículo “Una Visión Evolucionaria de la Cultura Organizacional”, la investigación a lo largo de la historia ha demostrado que siempre hay competencia entre distintos grupos por los recursos disponibles y que los grupos de individuos que colaboran entre ellos siempre le ganan a los grupos de individuos que compiten entre ellos. 

Sin embargo, esa es solo la mitad de la historia (y es la más agradable). La otra mitad es que, dentro de cada grupo, los individuos que compiten con sus compañeros suelen obtener mayores beneficios individuales que los demás. 

Por lo tanto, todos los grupos deben aprender a manejar esta tensión natural entre los intereses individuales y los intereses colectivos. 

Por ello, en gran medida, el rol fundamental de la cultura en un grupo (equipo, organización, nación, etc.) es regular cuánta competencia y cuánta colaboración va a haber en su interior, para poder competir efectivamente con otros grupos que persiguen los mismos objetivos. 

Otra versión de este fenómeno ya había sido identificada por el Dr. Alfred Kroeber en 1944, en su libro "Configuraciones de Crecimiento Cultural”, donde indicó que: “Las culturas avanzan cuando la ética y los valores son entendidos y ampliamente abrazados y cuando el ser competente se prueba a través de la competencia. Las culturas declinan cuando lo opuesto sucede”. 

Por eso, en su esencia, el rol de los líderes es simple, aunque nada de fácil. Deben construir y mantener culturas que sean, al mismo tiempo, internamente robustas (con sus miembros alineados alrededor de un propósito, misión, visión, valores y aspiraciones comunes) y externamente competentes (capaces de ganarle a sus competidores). 

Como identificó Kroeber, “la mayoría de las culturas no perecen por haber sido conquistadas, al menos no en un inicio. Se marchitan a través de la erosión de los valores, el pensamiento insular y la falta de competencia". 

Por lo tanto, los líderes debemos estar constantemente verificando si lo que hacemos (no solo lo que decimos) contribuye o no a crear, reforzar y mantener una cultura que maneje efectivamente las tensiones de la vida colectiva y provea un ambiente motivador y estimulante para quienes componen nuestros equipos, organizaciones, naciones, etc. Solo en ese caso van a tener la esperanza de crecer, desarrollarse y perdurar en el tiempo. 

Saludos,
 
Rodrigo Del Campo
Director Ejecutivo -- Alto Impacto S.A.
rdelcampo@altoimpacto.com
Santiago, Chile | Lima, Perú


jueves, 22 de octubre de 2015

El duelo


¿Qué hacemos los coaches con los duelos y la muerte?

Ana María Torres, coach, coach/mentor The Newfield Network.

“No es fuerte el que no necesita ayuda,
sino el que tiene el valor de pedirla cuando la necesita”

Parte de mi trabajo de entrenamiento a coaches, es observar como los principiantes dan sus primeros pasos en esta disciplina, guiándolos y dándoles feedback.

En una sesión de éstas, llegan dos estudiantes, a hacer su práctica por turnos.
Soledad,  pide ser coachee primero. Venía con las emociones a flor de piel. Sus ojos enrojecidos. Supuse inmediatamente que había estado llorando recientemente, aunque su maquillaje estaba intacto. Seguramente no quería que se le notara, e hizo sus retoques minutos antes.

Comienza el coaching, y ella trae la muerte de su madre y su desconsuelo. Las lágrimas salieron a borbotones, lo que le impidió por un rato seguir hablando.
La reacción inmediata de la coach/estudiante, fue acercarse y tocarle la rodilla. Y hacerle un cariño, dándole una señal de empatía con su dolor.
La dejó que llorara, y por largos minutos, lo único que se escuchaba eran sus sollozos y a ratos, pedía perdón, por esas lágrimas, lo que dejaba entrever que no era “adecuado”, esta manifestación sin control.
La coach/estudiante, le manifestaba, que se diera su tiempo, cosa que valoré profundamente.

Como todo acto de expresión de una emoción, como la tristeza, tiene su ciclo. Así como empieza, termina.  Al expresarla hay tensión y distensión. Alivio, descompresión.

Después de algunos minutos, de muchos pañuelos de papel usados y arrugados, de ese maquillaje impecable arruinado, suspira y se calma. Necesitó de varios otros para poner su apariencia más en “orden”, volviendo a pedir disculpas. Y expresa: No lo pude evitar!

La coach/principiante, le pregunta ¿Cómo estás?
-       Mas aliviada!
Pareciera que ahí comienza el coaching, al ponerle palabras a sus emociones.
Todo lo ocurrido, ya era parte del proceso, de lo que necesitaba hacer y expresar.
Lo mas importante hasta ese momento fue validar su momento. Darle espacio y acompañar a Soledad en su “duelo”. Sin juicios, de igual a igual, sin lástima, con compasión por lo que estaba viviendo.

Una parte importante del aprendizaje como coaches, es validar desde nuestra humanidad. La empatía y compasión por lo que el otro esta viviendo. En ocasiones usar nuestro cuerpo como medio para expresar lo que nos ocurre. Resonamos con esa tristeza y nos pueden llegar lágrimas. Bienvenidas todas ellas. Somos testigos con vida y sentimientos.  Esto genera compromiso y cercanía con lo que está viviendo la coachee.

Sin duda que cuando estamos aprendiendo, nos aparecen varios enemigos.
¿Qué hago para no mostrarle lo que me está pasando y ser neutra?
¿Cómo sostengo este silencio eterno?
¿Cuándo la paro?
¿Seré capaz de lidiar con tanta tristeza?
¿Me estoy conectando con mis propias tristezas? Mis propias pérdidas?
¿Yo no he tenido pérdidas cercanas, como la acompaño?

Todas ellas son legítimas, así como las lágrimas de Soledad. Compasión entonces con el ser aprendiz. Son preguntas a ser escuchadas, pues son ellas las que facilitan en aprendizaje.

Si miramos el coaching siempre tiene dos caras, lo que me trae el coachee y también lo que le pasa al coach con el quiebre que se está declarando.

Le podemos dar la bienvenida a sus lágrimas. Son legítimas,. Podemos incluso agregar…  pues has perdido a alguien importante en tu vida.

Antes de seguir en  la emoción propiamente tal y a lo que allí ocurrió, es necesario tener algo de información, cosa que la alumna, hizo.

¿Cuándo murió tu mama?
-       Hace dos meses. Ella era mi yunta, mi compañera, mi cómplice.  Las lagrimas siguieron rodando por sus mejillas, al reconocerla, mas era de un lugar diferente.

No es lo mismo ese llanto, si es reciente, o fue hace dos años. La conversación es otra.

Y siguió la conversación de coaching…
-Murió hace poquito… ¿quieres hablar de ella?
Y ahí se le iluminó la cara: Comenzó a contar de su madre, con admiración, y mucho amor y respeto.
La coach dejaba que se explayara. Era una necesidad de poder hacerlo, y que alguien lo recibiera y la escuchara. Compartir y hablar tanto de la muerte, como de la persona que falleció es un acto de sanación. El reprimir hablarlo, llorarlo conduce a postergar el duelo, el dolor, a la posibilidad de enfermar, o enquistar la emoción, que en ocasiones se mezcla con resentimiento, o depresión.

Y quien te está acompañando en este duelo?
Me lo vivo sola. No quiero incomodar a nadie con mis temas.

Estaban apareciendo varios fenómenos. Por un lado su “compostura” del comienzo,  “incomodar”, el no pedir ayuda.

La coach inteligentemente, no la saco de su duelo, para irse a otros temas. Sospechó a esas alturas dada lo reciente de su dolor, era necesario quedarse ahí.

Cuéntame Soledad, y te has llorado este duelo?
No como me gustaría. Como voy a estar llorando delante de los niños! Lo hago en el baño, para que nadie me vea.

- Que juicio tienes de la tristeza?
No quiero que los niños me vean débil. SI a ellos también les ha afectado, pues la querían mucho. Tengo que estar fuerte para ellos.

Si miramos algunas tendencias de los duelos con los niños, podríamos decir que los niños se sienten acompañados cuando ven a su madre o padre, dependiendo la situación, que también les afecta y que también lloran. No se sienten raros ni solos. Una tristeza compartida, en familia, es una emoción que se vive como sana frente a situaciones que les importa. Si ven a la madre, que no llora, ellos tienden a hacer lo mismo, para no preocupar, y se constituye en un loop donde la represión del dolor y la no manifestación de la tristeza se transforma en una norma.

Aquí yo haría una distinción entre grandeza y fortaleza. La fortaleza muchas veces aparece cuando le tememos a la debilidad. Vemos como sinónimos debilidad con vulnerabilidad. Son fenómenos distintos. Esta última se conecta con la grandeza, con la sabiduría. Pueden ser cómplices, y acercar aun más el vínculo.  Lo podemos poner al servicio del coachee, en este caso.

La coach/aprendiz, se fue a su historia… ¿dónde aprendió que llorar es señal de debilidad? A reprimir sus sentimientos? Dio vuelta el juicio de fortaleza y miró su simétrico. En vez de entrar por la “fortaleza”, se conecto con la debilidad. Buen giro.

Este coaching fue de acompañamiento y de validación de su duelo y de su dolor y tristeza.

Con mas experiencia, podemos preguntar qué síntomas está sintiendo en el ultimo tiempo y mirar como su biología se está resintiendo con esta “represión”. 

No era el momento de entrar a su posible personaje duro, y que todo se lo puede sola,  y si una oportunidad de acercarse a su red de afectos mas cercano, para tener alivio.

Soledad, se fue aliviada, y con tarea.  De dejarse acompañar, y dejar fluir la tristeza de sus hijos y la suya. Se le ocurrió hacer una actividad con ellos de mirar las fotos de la abuela, y compartir en familia. Abierta a la posibilidad de que sus lágrimas salieran en presencia de ellos.

Fue un coaching poderoso, y que requiere de coraje para acompañar en el dolor a otro ser humano, y sostener allí. Requiere también de mirar la propia concepción del coach sobre la tristeza, el dolor y el sufrimiento.  También tener alguna noción de lo que es un duelo, y las reacciones que podemos tener frente a él.
Fue todo un espacio de aprendizaje para todas y por supuesto la alumna/aprendiz tuvo su buen feedback.

Adjunto material extractado de página de Alain Giachi “Vivir la pérdida”, de cuatro tareas que requerimos para hacer el duelo. 

Cuatro tareas

Hacer el duelo no consiste en dejar simplemente que el tiempo vaya pasando, esperando que de esta manera la herida por la muerte de nuestro ser querido deje de doler y podamos así recuperar la vida que teníamos. Hacer el duelo requiere de nuestra parte un esfuerzo consciente y prolongado para afrontar el dolor y el vacío por la pérdida y adaptarnos a la nueva realidad, a la vida sin nuestro ser querido.
El duelo requiere pues de unas tareas que necesitan su tiempo e implicación por nuestra parte para poder avanzar y recuperarnos adecuadamente de la pérdida.

Reconocer la pérdida
Aceptar la dura realidad de que tu ser querido ha muerto y no vas a recuperarlo. Desde la cabeza es fácil, ya sabes que está muerto, pero lo realmente difícil es aceptar con el corazón. Durante un tiempo no te lo vas a poder creer. Vas a esperarle, buscarle, pensar que es una pesadilla de la que vas a despertar… Es muy muy normal un tiempo (pueden ser meses) en que niegues o te rebeles contra la dura realidad. Necesitas tiempo.

Hablar de tu pérdida, contar una y otra vez cómo murió, visitar el cementerio o el lugar donde se esparcieron los restos…Todo esto te puede ayudar a ir aceptando el hecho de la muerte.
Antes o después llegará el día en que pierdas toda esperanza de recuperar a tu familiar o amigo. Será un momento muy doloroso pero también necesario y liberador.
Reconocer la pérdida puede resultar más difícil cuando la muerte fue inesperada o violenta. También si estabas lejos cuando ocurrió y no pudiste participar en la despedida, o si la muerte fue incierta y no se recuperó el cadáver, o si se trata de la muerte de un niño...

No es nada aconsejable recurrir al espiritismo en un intento de mantener la relación. El proceso normal de duelo puede verse interrumpido y afectarnos muy negativamente.

Expresar el dolor 

Necesitas también sentir el dolor y todas las emociones que le acompañan: tristeza, rabia, miedo, impotencia, soledad, culpa…
Expresarlas una y otra vez, una y otra vez, este es el camino, hasta que nos vaciemos de ellas.

Habrá personas que te dirán: “Tienes que ser fuerte”. No les hagas caso. No escondas tu dolor. Comparte lo que te está pasando con tu familia, amigos de confianza…No te guardes todo para ti mismo por miedo a cansar o molestar. Busca aquellas personas con las cuales puedes expresarte tal y como estás.
Si no quieres mostrar tus emociones a otros o no tienes con quién, busca otras maneras de darles salida: ir al cementerio, hablar a su fotografía, escribir un diario, caminar o hacer deporte para liberar la tensión acumulada en el cuerpo…
Sobre todo en los primeros  meses, puede ocurrir que nos sintamos de manera inesperada invadidos por una oleada de dolor intenso. Es algo perfectamente normal, las emociones acumuladas necesitan salir de vez en cuando. Estas oleadas irán disminuyendo en frecuencia e intensidad con el paso del tiempo.

Aprender a vivir sin esa persona
Después dela muerte de un ser querido la vida sigue con sus muchas actividades y exigencias. Además, y especialmente después del fallecimiento de la pareja, tenemos que aprender a desempeñar tareas que antes hacía el fallecido, aprender a vivir sólo, aprender a tomar decisiones por uno mismo, aprender nuevas formas de relación con la familia y amigos… Es normal que todos estos cambios nos angustien un poco y requieren de tiempo y esfuerzo para adaptarnos a la nueva situación. No olvidar pedir en estos momentos la ayuda de familiares y amigos.

Crear un vínculo interior y volver a la vida
Llega un momento en que sabes que es necesario dejar atrás el dolor y el pasado. ¡Eso no quiere decir olvidar o abandonarlo! Comprender que el dolor no tiene que ser lo que nos mantiene unidos a nuestro ser querido y soltar el dolor. Que nuestro ser querido ocupe el lugar que le corresponde en nuestro corazón, allí donde el amor que nos tuvimos está intacto para siempre y del que nos podemos sentir agradecidos.

No hay nada malo en, llegado el momento, querer disfrutar, en querer volver a ser feliz, en querer establecer nuevas relaciones… En realidad, el corazón herido cicatriza abriéndose a los demás. Nuestro ser querido lo que desearía es que rehiciéramos nuestra vida, que fuéramos dichosos de nuevo. Nadie se va pidiendo esa fidelidad!

Esto es lo que escribía una adolescente a su madre 2 años después de perder a su padre: “Existen otras personas a las que amar, y eso, no significa que quiero menos a papá”



Ref: www.vivirlaperdida.com/el-duelo/html

Manual para trabajar el duelo con los hijos: “Cuéntame que ha pasado”.