jueves, 22 de octubre de 2015

El duelo


¿Qué hacemos los coaches con los duelos y la muerte?

Ana María Torres, coach, coach/mentor The Newfield Network.

“No es fuerte el que no necesita ayuda,
sino el que tiene el valor de pedirla cuando la necesita”

Parte de mi trabajo de entrenamiento a coaches, es observar como los principiantes dan sus primeros pasos en esta disciplina, guiándolos y dándoles feedback.

En una sesión de éstas, llegan dos estudiantes, a hacer su práctica por turnos.
Soledad,  pide ser coachee primero. Venía con las emociones a flor de piel. Sus ojos enrojecidos. Supuse inmediatamente que había estado llorando recientemente, aunque su maquillaje estaba intacto. Seguramente no quería que se le notara, e hizo sus retoques minutos antes.

Comienza el coaching, y ella trae la muerte de su madre y su desconsuelo. Las lágrimas salieron a borbotones, lo que le impidió por un rato seguir hablando.
La reacción inmediata de la coach/estudiante, fue acercarse y tocarle la rodilla. Y hacerle un cariño, dándole una señal de empatía con su dolor.
La dejó que llorara, y por largos minutos, lo único que se escuchaba eran sus sollozos y a ratos, pedía perdón, por esas lágrimas, lo que dejaba entrever que no era “adecuado”, esta manifestación sin control.
La coach/estudiante, le manifestaba, que se diera su tiempo, cosa que valoré profundamente.

Como todo acto de expresión de una emoción, como la tristeza, tiene su ciclo. Así como empieza, termina.  Al expresarla hay tensión y distensión. Alivio, descompresión.

Después de algunos minutos, de muchos pañuelos de papel usados y arrugados, de ese maquillaje impecable arruinado, suspira y se calma. Necesitó de varios otros para poner su apariencia más en “orden”, volviendo a pedir disculpas. Y expresa: No lo pude evitar!

La coach/principiante, le pregunta ¿Cómo estás?
-       Mas aliviada!
Pareciera que ahí comienza el coaching, al ponerle palabras a sus emociones.
Todo lo ocurrido, ya era parte del proceso, de lo que necesitaba hacer y expresar.
Lo mas importante hasta ese momento fue validar su momento. Darle espacio y acompañar a Soledad en su “duelo”. Sin juicios, de igual a igual, sin lástima, con compasión por lo que estaba viviendo.

Una parte importante del aprendizaje como coaches, es validar desde nuestra humanidad. La empatía y compasión por lo que el otro esta viviendo. En ocasiones usar nuestro cuerpo como medio para expresar lo que nos ocurre. Resonamos con esa tristeza y nos pueden llegar lágrimas. Bienvenidas todas ellas. Somos testigos con vida y sentimientos.  Esto genera compromiso y cercanía con lo que está viviendo la coachee.

Sin duda que cuando estamos aprendiendo, nos aparecen varios enemigos.
¿Qué hago para no mostrarle lo que me está pasando y ser neutra?
¿Cómo sostengo este silencio eterno?
¿Cuándo la paro?
¿Seré capaz de lidiar con tanta tristeza?
¿Me estoy conectando con mis propias tristezas? Mis propias pérdidas?
¿Yo no he tenido pérdidas cercanas, como la acompaño?

Todas ellas son legítimas, así como las lágrimas de Soledad. Compasión entonces con el ser aprendiz. Son preguntas a ser escuchadas, pues son ellas las que facilitan en aprendizaje.

Si miramos el coaching siempre tiene dos caras, lo que me trae el coachee y también lo que le pasa al coach con el quiebre que se está declarando.

Le podemos dar la bienvenida a sus lágrimas. Son legítimas,. Podemos incluso agregar…  pues has perdido a alguien importante en tu vida.

Antes de seguir en  la emoción propiamente tal y a lo que allí ocurrió, es necesario tener algo de información, cosa que la alumna, hizo.

¿Cuándo murió tu mama?
-       Hace dos meses. Ella era mi yunta, mi compañera, mi cómplice.  Las lagrimas siguieron rodando por sus mejillas, al reconocerla, mas era de un lugar diferente.

No es lo mismo ese llanto, si es reciente, o fue hace dos años. La conversación es otra.

Y siguió la conversación de coaching…
-Murió hace poquito… ¿quieres hablar de ella?
Y ahí se le iluminó la cara: Comenzó a contar de su madre, con admiración, y mucho amor y respeto.
La coach dejaba que se explayara. Era una necesidad de poder hacerlo, y que alguien lo recibiera y la escuchara. Compartir y hablar tanto de la muerte, como de la persona que falleció es un acto de sanación. El reprimir hablarlo, llorarlo conduce a postergar el duelo, el dolor, a la posibilidad de enfermar, o enquistar la emoción, que en ocasiones se mezcla con resentimiento, o depresión.

Y quien te está acompañando en este duelo?
Me lo vivo sola. No quiero incomodar a nadie con mis temas.

Estaban apareciendo varios fenómenos. Por un lado su “compostura” del comienzo,  “incomodar”, el no pedir ayuda.

La coach inteligentemente, no la saco de su duelo, para irse a otros temas. Sospechó a esas alturas dada lo reciente de su dolor, era necesario quedarse ahí.

Cuéntame Soledad, y te has llorado este duelo?
No como me gustaría. Como voy a estar llorando delante de los niños! Lo hago en el baño, para que nadie me vea.

- Que juicio tienes de la tristeza?
No quiero que los niños me vean débil. SI a ellos también les ha afectado, pues la querían mucho. Tengo que estar fuerte para ellos.

Si miramos algunas tendencias de los duelos con los niños, podríamos decir que los niños se sienten acompañados cuando ven a su madre o padre, dependiendo la situación, que también les afecta y que también lloran. No se sienten raros ni solos. Una tristeza compartida, en familia, es una emoción que se vive como sana frente a situaciones que les importa. Si ven a la madre, que no llora, ellos tienden a hacer lo mismo, para no preocupar, y se constituye en un loop donde la represión del dolor y la no manifestación de la tristeza se transforma en una norma.

Aquí yo haría una distinción entre grandeza y fortaleza. La fortaleza muchas veces aparece cuando le tememos a la debilidad. Vemos como sinónimos debilidad con vulnerabilidad. Son fenómenos distintos. Esta última se conecta con la grandeza, con la sabiduría. Pueden ser cómplices, y acercar aun más el vínculo.  Lo podemos poner al servicio del coachee, en este caso.

La coach/aprendiz, se fue a su historia… ¿dónde aprendió que llorar es señal de debilidad? A reprimir sus sentimientos? Dio vuelta el juicio de fortaleza y miró su simétrico. En vez de entrar por la “fortaleza”, se conecto con la debilidad. Buen giro.

Este coaching fue de acompañamiento y de validación de su duelo y de su dolor y tristeza.

Con mas experiencia, podemos preguntar qué síntomas está sintiendo en el ultimo tiempo y mirar como su biología se está resintiendo con esta “represión”. 

No era el momento de entrar a su posible personaje duro, y que todo se lo puede sola,  y si una oportunidad de acercarse a su red de afectos mas cercano, para tener alivio.

Soledad, se fue aliviada, y con tarea.  De dejarse acompañar, y dejar fluir la tristeza de sus hijos y la suya. Se le ocurrió hacer una actividad con ellos de mirar las fotos de la abuela, y compartir en familia. Abierta a la posibilidad de que sus lágrimas salieran en presencia de ellos.

Fue un coaching poderoso, y que requiere de coraje para acompañar en el dolor a otro ser humano, y sostener allí. Requiere también de mirar la propia concepción del coach sobre la tristeza, el dolor y el sufrimiento.  También tener alguna noción de lo que es un duelo, y las reacciones que podemos tener frente a él.
Fue todo un espacio de aprendizaje para todas y por supuesto la alumna/aprendiz tuvo su buen feedback.

Adjunto material extractado de página de Alain Giachi “Vivir la pérdida”, de cuatro tareas que requerimos para hacer el duelo. 

Cuatro tareas

Hacer el duelo no consiste en dejar simplemente que el tiempo vaya pasando, esperando que de esta manera la herida por la muerte de nuestro ser querido deje de doler y podamos así recuperar la vida que teníamos. Hacer el duelo requiere de nuestra parte un esfuerzo consciente y prolongado para afrontar el dolor y el vacío por la pérdida y adaptarnos a la nueva realidad, a la vida sin nuestro ser querido.
El duelo requiere pues de unas tareas que necesitan su tiempo e implicación por nuestra parte para poder avanzar y recuperarnos adecuadamente de la pérdida.

Reconocer la pérdida
Aceptar la dura realidad de que tu ser querido ha muerto y no vas a recuperarlo. Desde la cabeza es fácil, ya sabes que está muerto, pero lo realmente difícil es aceptar con el corazón. Durante un tiempo no te lo vas a poder creer. Vas a esperarle, buscarle, pensar que es una pesadilla de la que vas a despertar… Es muy muy normal un tiempo (pueden ser meses) en que niegues o te rebeles contra la dura realidad. Necesitas tiempo.

Hablar de tu pérdida, contar una y otra vez cómo murió, visitar el cementerio o el lugar donde se esparcieron los restos…Todo esto te puede ayudar a ir aceptando el hecho de la muerte.
Antes o después llegará el día en que pierdas toda esperanza de recuperar a tu familiar o amigo. Será un momento muy doloroso pero también necesario y liberador.
Reconocer la pérdida puede resultar más difícil cuando la muerte fue inesperada o violenta. También si estabas lejos cuando ocurrió y no pudiste participar en la despedida, o si la muerte fue incierta y no se recuperó el cadáver, o si se trata de la muerte de un niño...

No es nada aconsejable recurrir al espiritismo en un intento de mantener la relación. El proceso normal de duelo puede verse interrumpido y afectarnos muy negativamente.

Expresar el dolor 

Necesitas también sentir el dolor y todas las emociones que le acompañan: tristeza, rabia, miedo, impotencia, soledad, culpa…
Expresarlas una y otra vez, una y otra vez, este es el camino, hasta que nos vaciemos de ellas.

Habrá personas que te dirán: “Tienes que ser fuerte”. No les hagas caso. No escondas tu dolor. Comparte lo que te está pasando con tu familia, amigos de confianza…No te guardes todo para ti mismo por miedo a cansar o molestar. Busca aquellas personas con las cuales puedes expresarte tal y como estás.
Si no quieres mostrar tus emociones a otros o no tienes con quién, busca otras maneras de darles salida: ir al cementerio, hablar a su fotografía, escribir un diario, caminar o hacer deporte para liberar la tensión acumulada en el cuerpo…
Sobre todo en los primeros  meses, puede ocurrir que nos sintamos de manera inesperada invadidos por una oleada de dolor intenso. Es algo perfectamente normal, las emociones acumuladas necesitan salir de vez en cuando. Estas oleadas irán disminuyendo en frecuencia e intensidad con el paso del tiempo.

Aprender a vivir sin esa persona
Después dela muerte de un ser querido la vida sigue con sus muchas actividades y exigencias. Además, y especialmente después del fallecimiento de la pareja, tenemos que aprender a desempeñar tareas que antes hacía el fallecido, aprender a vivir sólo, aprender a tomar decisiones por uno mismo, aprender nuevas formas de relación con la familia y amigos… Es normal que todos estos cambios nos angustien un poco y requieren de tiempo y esfuerzo para adaptarnos a la nueva situación. No olvidar pedir en estos momentos la ayuda de familiares y amigos.

Crear un vínculo interior y volver a la vida
Llega un momento en que sabes que es necesario dejar atrás el dolor y el pasado. ¡Eso no quiere decir olvidar o abandonarlo! Comprender que el dolor no tiene que ser lo que nos mantiene unidos a nuestro ser querido y soltar el dolor. Que nuestro ser querido ocupe el lugar que le corresponde en nuestro corazón, allí donde el amor que nos tuvimos está intacto para siempre y del que nos podemos sentir agradecidos.

No hay nada malo en, llegado el momento, querer disfrutar, en querer volver a ser feliz, en querer establecer nuevas relaciones… En realidad, el corazón herido cicatriza abriéndose a los demás. Nuestro ser querido lo que desearía es que rehiciéramos nuestra vida, que fuéramos dichosos de nuevo. Nadie se va pidiendo esa fidelidad!

Esto es lo que escribía una adolescente a su madre 2 años después de perder a su padre: “Existen otras personas a las que amar, y eso, no significa que quiero menos a papá”



Ref: www.vivirlaperdida.com/el-duelo/html

Manual para trabajar el duelo con los hijos: “Cuéntame que ha pasado”.  
      


















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