¿Qué hacemos los coaches con los
duelos y la muerte?
Ana María Torres, coach,
coach/mentor The Newfield Network.
“No es fuerte el que no necesita ayuda,
sino el que tiene el valor de pedirla cuando la necesita”
Parte de mi trabajo de entrenamiento
a coaches, es observar como los principiantes dan sus primeros pasos en esta
disciplina, guiándolos y dándoles feedback.
En una sesión de éstas, llegan
dos estudiantes, a hacer su práctica por turnos.
Soledad, pide ser coachee primero. Venía con las
emociones a flor de piel. Sus ojos enrojecidos. Supuse inmediatamente que había
estado llorando recientemente, aunque su maquillaje estaba intacto. Seguramente
no quería que se le notara, e hizo sus retoques minutos antes.
Comienza el coaching, y ella trae
la muerte de su madre y su desconsuelo. Las lágrimas salieron a borbotones, lo
que le impidió por un rato seguir hablando.
La reacción inmediata de la
coach/estudiante, fue acercarse y tocarle la rodilla. Y hacerle un cariño,
dándole una señal de empatía con su dolor.
La dejó que llorara, y por largos
minutos, lo único que se escuchaba eran sus sollozos y a ratos, pedía perdón,
por esas lágrimas, lo que dejaba entrever que no era “adecuado”, esta
manifestación sin control.
La coach/estudiante, le manifestaba,
que se diera su tiempo, cosa que valoré profundamente.
Como todo acto de expresión de
una emoción, como la tristeza, tiene su ciclo. Así como empieza, termina. Al expresarla hay tensión y distensión.
Alivio, descompresión.
Después de algunos minutos, de
muchos pañuelos de papel usados y arrugados, de ese maquillaje impecable
arruinado, suspira y se calma. Necesitó de varios otros para poner su
apariencia más en “orden”, volviendo a pedir disculpas. Y expresa: No lo pude
evitar!
La coach/principiante, le
pregunta ¿Cómo estás?
-
Mas
aliviada!
Pareciera que ahí comienza el
coaching, al ponerle palabras a sus emociones.
Todo lo ocurrido, ya era parte
del proceso, de lo que necesitaba hacer y expresar.
Lo mas importante hasta ese
momento fue validar su momento. Darle espacio y acompañar a Soledad en su
“duelo”. Sin juicios, de igual a igual, sin lástima, con compasión por lo que
estaba viviendo.
Una parte importante del
aprendizaje como coaches, es validar desde nuestra humanidad. La empatía y compasión
por lo que el otro esta viviendo. En ocasiones usar nuestro cuerpo como medio
para expresar lo que nos ocurre. Resonamos con esa tristeza y nos pueden llegar
lágrimas. Bienvenidas todas ellas. Somos testigos con vida y sentimientos. Esto genera compromiso y cercanía con lo que
está viviendo la coachee.
Sin duda que cuando estamos
aprendiendo, nos aparecen varios enemigos.
¿Qué hago para no mostrarle lo que me está pasando y ser neutra?
¿Cómo sostengo este silencio eterno?
¿Cuándo la paro?
¿Seré capaz de lidiar con tanta tristeza?
¿Me estoy conectando con mis propias tristezas? Mis propias
pérdidas?
¿Yo no he tenido pérdidas cercanas, como la acompaño?
Todas ellas son legítimas, así
como las lágrimas de Soledad. Compasión entonces con el ser aprendiz. Son
preguntas a ser escuchadas, pues son ellas las que facilitan en aprendizaje.
Si miramos el coaching siempre
tiene dos caras, lo que me trae el coachee y también lo que le pasa al coach
con el quiebre que se está declarando.
Le podemos dar la bienvenida a
sus lágrimas. Son legítimas,. Podemos incluso agregar… pues has perdido a alguien importante en tu
vida.
Antes de seguir en la emoción propiamente tal y a lo que allí
ocurrió, es necesario tener algo de información, cosa que la alumna, hizo.
¿Cuándo murió tu mama?
-
Hace dos
meses. Ella era mi yunta, mi compañera, mi cómplice. Las lagrimas siguieron rodando por sus
mejillas, al reconocerla, mas era de un lugar diferente.
No es lo mismo ese llanto, si es
reciente, o fue hace dos años. La conversación es otra.
Y siguió la conversación de
coaching…
-Murió hace poquito… ¿quieres
hablar de ella?
Y ahí se le iluminó la cara:
Comenzó a contar de su madre, con admiración, y mucho amor y respeto.
La coach dejaba que se explayara.
Era una necesidad de poder hacerlo, y que alguien lo recibiera y la escuchara.
Compartir y hablar tanto de la muerte, como de la persona que falleció es un
acto de sanación. El reprimir hablarlo, llorarlo conduce a postergar el duelo,
el dolor, a la posibilidad de enfermar, o enquistar la emoción, que en
ocasiones se mezcla con resentimiento, o depresión.
Y quien te está acompañando en
este duelo?
Me lo vivo sola. No quiero
incomodar a nadie con mis temas.
Estaban apareciendo varios
fenómenos. Por un lado su “compostura” del comienzo, “incomodar”, el no pedir ayuda.
La coach inteligentemente, no la
saco de su duelo, para irse a otros temas. Sospechó a esas alturas dada lo
reciente de su dolor, era necesario quedarse ahí.
Cuéntame Soledad, y te has
llorado este duelo?
No como me gustaría. Como voy a
estar llorando delante de los niños! Lo hago en el baño, para que nadie me vea.
- Que juicio tienes de la
tristeza?
No quiero que los niños me vean
débil. SI a ellos también les ha afectado, pues la querían mucho. Tengo que
estar fuerte para ellos.
Si miramos algunas tendencias de
los duelos con los niños, podríamos decir que los niños se sienten acompañados
cuando ven a su madre o padre, dependiendo la situación, que también les afecta
y que también lloran. No se sienten raros ni solos. Una tristeza compartida, en
familia, es una emoción que se vive como sana frente a situaciones que les
importa. Si ven a la madre, que no llora, ellos tienden a hacer lo mismo, para
no preocupar, y se constituye en un loop donde la represión del dolor y la no
manifestación de la tristeza se transforma en una norma.
Aquí yo haría una distinción
entre grandeza y fortaleza. La fortaleza muchas veces aparece cuando le tememos
a la debilidad. Vemos como sinónimos debilidad con vulnerabilidad. Son
fenómenos distintos. Esta última se conecta con la grandeza, con la sabiduría.
Pueden ser cómplices, y acercar aun más el vínculo. Lo podemos poner al servicio del coachee, en
este caso.
La coach/aprendiz, se fue a su
historia… ¿dónde aprendió que llorar es señal de debilidad? A reprimir sus
sentimientos? Dio vuelta el juicio de fortaleza y miró su simétrico. En vez de
entrar por la “fortaleza”, se conecto con la debilidad. Buen giro.
Este coaching fue de
acompañamiento y de validación de su duelo y de su dolor y tristeza.
Con mas experiencia, podemos
preguntar qué síntomas está sintiendo en el ultimo tiempo y mirar como su
biología se está resintiendo con esta “represión”.
No era el momento de entrar a su
posible personaje duro, y que todo se lo puede sola, y si una oportunidad de acercarse a su red de
afectos mas cercano, para tener alivio.
Soledad, se fue aliviada, y con
tarea. De dejarse acompañar, y dejar
fluir la tristeza de sus hijos y la suya. Se le ocurrió hacer una actividad con
ellos de mirar las fotos de la abuela, y compartir en familia. Abierta a la
posibilidad de que sus lágrimas salieran en presencia de ellos.
Fue un coaching poderoso, y que
requiere de coraje para acompañar en el dolor a otro ser humano, y sostener allí.
Requiere también de mirar la propia concepción del coach sobre la tristeza, el
dolor y el sufrimiento. También tener
alguna noción de lo que es un duelo, y las reacciones que podemos tener frente
a él.
Fue todo un espacio de
aprendizaje para todas y por supuesto la alumna/aprendiz tuvo su buen feedback.
Adjunto material extractado de
página de Alain Giachi “Vivir la pérdida”, de cuatro tareas que requerimos para
hacer el duelo.
Cuatro tareas
Hacer
el duelo no consiste en dejar simplemente que el tiempo vaya pasando, esperando
que de esta manera la herida por la muerte de nuestro ser querido deje de doler
y podamos así recuperar la vida que teníamos. Hacer el duelo requiere de
nuestra parte un esfuerzo consciente y prolongado para afrontar el dolor
y el vacío por la pérdida y adaptarnos a la nueva realidad, a la vida sin
nuestro ser querido.
El duelo requiere pues de unas tareas que necesitan su tiempo e implicación por
nuestra parte para poder avanzar y recuperarnos adecuadamente de la pérdida.
Reconocer la pérdida
Aceptar
la dura realidad de que tu ser querido ha muerto y no vas a recuperarlo. Desde
la cabeza es fácil, ya sabes que está muerto, pero lo realmente difícil es
aceptar con el corazón. Durante un tiempo no te lo vas a poder creer. Vas a esperarle,
buscarle, pensar que es una pesadilla de la que vas a despertar… Es muy muy
normal un tiempo (pueden ser meses) en que niegues o te rebeles contra la dura
realidad. Necesitas tiempo.
Hablar de tu pérdida, contar una y otra vez cómo murió, visitar el cementerio o
el lugar donde se esparcieron los restos…Todo esto te puede ayudar a ir
aceptando el hecho de la muerte.
Antes o después llegará el día en que pierdas toda esperanza de recuperar a tu
familiar o amigo. Será un momento muy doloroso pero también necesario y
liberador.
Reconocer la pérdida puede resultar más difícil cuando la muerte fue inesperada
o violenta. También si estabas lejos cuando ocurrió y no pudiste participar en
la despedida, o si la muerte fue incierta y no se recuperó el cadáver, o si se
trata de la muerte de un niño...
No es nada aconsejable recurrir al espiritismo en un intento de mantener la
relación. El proceso normal de duelo puede verse interrumpido y afectarnos muy
negativamente.
Expresar
el dolor
Necesitas
también sentir el dolor y todas las emociones que le acompañan: tristeza,
rabia, miedo, impotencia, soledad, culpa…
Expresarlas una y otra vez, una y otra vez, este es el camino, hasta que
nos vaciemos de ellas.
Habrá personas que te dirán: “Tienes que ser fuerte”. No les hagas caso. No
escondas tu dolor. Comparte lo que te está pasando con tu familia, amigos de
confianza…No te guardes todo para ti mismo por miedo a cansar o molestar. Busca
aquellas personas con las cuales puedes expresarte tal y como estás.
Si no quieres mostrar tus emociones a otros o no tienes con quién, busca otras
maneras de darles salida: ir al cementerio, hablar a su fotografía, escribir un
diario, caminar o hacer deporte para liberar la tensión acumulada en el cuerpo…
Sobre todo en los primeros meses, puede ocurrir que nos sintamos de
manera inesperada invadidos por una oleada de dolor intenso. Es algo
perfectamente normal, las emociones acumuladas necesitan salir de vez en
cuando. Estas oleadas irán disminuyendo en frecuencia e intensidad con el paso
del tiempo.
Aprender a
vivir sin esa persona
Después
dela muerte de un ser querido la vida sigue con sus muchas actividades y
exigencias. Además, y especialmente después del fallecimiento de la pareja,
tenemos que aprender a desempeñar tareas que antes hacía el fallecido, aprender
a vivir sólo, aprender a tomar decisiones por uno mismo, aprender nuevas formas
de relación con la familia y amigos… Es normal que todos estos cambios nos
angustien un poco y requieren de tiempo y esfuerzo para adaptarnos a la nueva
situación. No olvidar pedir en estos momentos la ayuda de familiares y amigos.
Crear un
vínculo interior y volver a la vida
Llega
un momento en que sabes que es necesario dejar atrás el dolor y el pasado. ¡Eso
no quiere decir olvidar o abandonarlo! Comprender que el dolor no tiene que ser
lo que nos mantiene unidos a nuestro ser querido y soltar el dolor. Que nuestro
ser querido ocupe el lugar que le corresponde en nuestro corazón, allí donde el
amor que nos tuvimos está intacto para siempre y del que nos podemos sentir
agradecidos.
No hay nada malo en, llegado el momento, querer disfrutar, en querer volver a
ser feliz, en querer establecer nuevas relaciones… En realidad, el corazón
herido cicatriza abriéndose a los demás. Nuestro ser querido lo que desearía es
que rehiciéramos nuestra vida, que fuéramos dichosos de nuevo. Nadie se va
pidiendo esa fidelidad!
Esto es lo que escribía una adolescente a su madre 2 años después de perder a
su padre: “Existen otras personas a las que amar, y eso, no significa que
quiero menos a papá”
Ref:
www.vivirlaperdida.com/el-duelo/html
Manual para trabajar el duelo con
los hijos: “Cuéntame que ha pasado”.