Por otro lado, ha sido un carnaval de emociones, las
expresadas por los protagonistas y también mías. La primera fue de orgullo. Cuando ganó Chile su primer
partido. Estaba en casa de mi hija frente a una sede de una Universidad
Privada. AL primer gol, los gritos ambientales eran como si la ciudad fuera un
gran estadio. Algo especial sentí en mi cuerpo, algo que no puedo describir
mucho, pero era una emoción mas grande que yo, era colectiva.
Esa noche fuimos a comer con mi pareja una carnecita
en nuestro restorán favorito, y presenciamos el efecto celebración. Miradas y
sonrisas cómplices, como si todos nos conociéramos y fuéramos parte de una gran
familia. La tardanza de segundo plato, fue recibido con compasión y paciencia, el
júbilo del brindis, no fue en la
intimidad de la propia mesa, era necesaria gritarla y compartirla. La sensación que todos éramos iguales y parte.
¿Será esto lo que necesitamos en las organizaciones? Tener un foco común claro?.
Apareció también la admiración al ver
a la hinchada ecuatoriana, que alentaban a su equipo, desde la alegría, la celebración y el respeto. No
puedo negar que me dio algo de envidia
y preguntarme ¿qué tienen ellos que nosotros como cultura no tenemos?
La vergüenza empaño
este baile, al ver a los hinchas chilenos en Brazil, en el fragor de sus “hinchaditis”, “aprovechándose”,
traspasando los límites de lo posible, queriendo ver un partido, esondido
detrás del fanatismo, sin comprar entradas, irrumpiendo en propiedad privada.
Me da mucha pena decirlo, pero es tan
chileno. “En el camino se arregla la carga”, y escondidos en la multitud… nadie
es “culpable”. “si todos lo hacen porque no yo”… la cultura del “huaso ladino”.
Este no es el fenómeno de las barras bravas, es la cultura de la hinchada, base
del chaqueteo chileno.
Hoy a dos días de la posible clasificación de Chile,
escucho a nuestros líderes actuales (los jugadores ) hacer su conferencia de
prensa. Hacía tiempo que no escuchaba a un chileno hablar en propiedad, uno de
los grandes, hablar con admiración y grandeza de sus compañeros y de lo que son
capaces de hacer en conjunto. Un winner
dirían por ahí!. Para mi, ser ganador mas tiene que ver con dignidad que con rabia, con integridad que
con des-integrar, con confianza, que
con esperanza, con presencia que con prescindencia. Para que haya cambio
colectivo es imprescindible el cambio individual.
Me surgen algunas preguntas para seguir reflexionando:
¿Será que “somos fieles a nuestra propia esencia”
como la fábula del escorpión y el sapo? ¿Podremos ir cambiando la ontología del
ser chileno? ¿Será que confundimos el ser ganador con “triunfalismo”? El irse
por el camino fácil? ¿qué nos hará tan ciegos al aprendizaje con constancia y
tesón y especialmente rigor? Algo me
dice que hay cosas que tenemos que aprender y desaprender para poder trascender
a otro nivel. Nos decimos hijos del
rigor y del esfuerzo. ¿Donde está la inconsistencia para escuchar en
profundidad lo que nos quiere transmitir nuestro maestro A. Sánchez?
Ana María Torres
26 de junio del 2014